martes, 6 de octubre de 2020

Escritura Automá[crí]tica XLI

                      Elogio de “las otras veces” o reprobación de “la primera vez”

Se entiende, con carácter general, por “las otras veces” aquellas que no son las primeras.
Y como nuestra existencia en un porcentaje altísimo transcurre rodeada de “las otras veces”, resulta que estas aunque no gozan del prestigio ni de la relevancia de “la primera vez” son las que constituyen casi toda nuestra vida.
Y me atrevo a decir que lo hacen aportando una calidad y una riqueza existencial en todos los aspectos que “la primavera vez” nunca pudo aportar.
Y si no analícense todas las primeras veces de nuestra vida. Todas ellas, sin excepción, estuvieron imbuidas de la inexperiencia, la sorpresa, el deslumbramiento, el desconocimiento, la ignorancia. En todas ellas desconocíamos la visión propia, pues era la primera vez, y mientras la construimos nos privamos de mirar el detalle, los entresijos, no teníamos la mirada serena y tranquila del avisado.
La primera vez que fuimos a una ciudad, la primera lectura de un libro, la primera vez que hicimos el amor, la primera vez que conocimos a una persona, la primera vez que trabajamos por un sueldo… aceptémoslo, todas esas primeras veces casi no fueron nuestras, estábamos allí casi como invitados.
Quedan grabadas más por su peso cuantitativo, antes no había nada, primera vez, que por su peso cualitativo.
Fue, después, en las sucesivas ocasiones que aquello volvió a ocurrir, lo que fuese, que nosotros pudimos disponer de tiempo, de nuestra atención de forma más controlada y consciente, de serenidad. Fue cuando nuestro libre albedrío se apeo del coche en que acababa de llegar y se paseo mirando con detalle, regocijándose en las sensaciones, repantingándose en lo ya más familiar y deseado.
Y si esa visita o esas visitas son indeseables, también acudimos como el soldado veterano que vuelve a la guerra.
La primeras veces son casi sólo eso, las primeras veces. Y por eso las recordaremos.
Es un tramite a cumplir inexcusablemente.
Quintémosle esa patina inmerecida.

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