domingo, 22 de septiembre de 2019

Escritura Automá[crí]tica XXXIX


Luz,Luz


El diablillo de las preguntas no es que sea curioso sino que no sabe hacer otra cosa, lo cual significa que lo que podía ser una casualidad es en realidad su naturaleza, algo que es importante saber a la hora de la valoración.
La valoración es como un juicio final adelantado, tanto que yo creo que si llegas al Juicio Final y llevas una buena colección de valoraciones debidamente firmadas y compulsadas igual no tienes que hacer cola y pasar otra vez por todos los capítulos de tu vida. Un horror.
La hora de la valoración, decía. Si en tu naturaleza está ser bueno, eso quiere decir que eres menos bueno que un diablo que se decida a ser bueno. Tu naturaleza no se puede comparar con su esfuerzo. Si es que valoras el esfuerzo.
Yo, desde luego. Prefiero una mujer que se ha hecho guapa que una que ya lo era.
Entonces, decía, que el diablillo de las preguntas me dice,
-¿Por qué el día y no la noche?
En fin, ese afán de querer ponerlo todo en entredicho.
Pero es interesante.
¿Cuándo elegimos  la luz para existir en vez de la oscuridad?
Hay que pensar que hubo un momento en que nos daba igual tanto la luz como la oscuridad. El sistema estaba ahí, girando. Soles y planetas. Galaxias. Todo cumpliendo su función. Mostrándose, esperando a ver qué decisión tomaba ese pequeño indicio de vida que se había originado en este pequeño pedrusco.
En un primer momento, seguro que el pululamiento era continuo, noche y día, luz y sombra, calor y frío, agua y tierra. Todas las opciones estaban abiertas. Los sentidos empezaron a aparecer. Mezclados, confusos, sin función clara, llegando a un proyecto de cerebros mil sensaciones. Aún todavía hoy, a veces, te llegan a la lengua sonidos, o hueles colores, o escuchas el sabor agrio de una despedida. Arqueología de otro tiempo.
Cabe esperar que la luz hiciera lo suyo, después la oscuridad. Un día y otro. Esperando. Los seres fueron decantándose. Luz. Noche. Calor. Frío. Agua. Tierra.
Un grupo decididamente apostó por la luz. Descansando de noche. Que se alejó de los monstruos que se refugian en la oscuridad. Y la luz empezó a ser algo más que una opción. Cuando apuestas por algo y ese algo te construye, quedas atrapado de por vida.
La luz empezó a cobrarse sus servicios. Salieron los ojos para poder verla. Se perdieron los que había para ver la oscuridad. Cada resquicio de aptitud que ganaba un sentido, lo perdía otro. Cada sentido fue ocupando su puesto de mando, consolidando su función.
¿Hubo aplausos? ¿Alguien vitoreo tras la elección?
-Nos ha elegido a nosotros, los bichos de la luz.
Ahora quizás ha llegado el momento de volver atrás. De dormir con luz y vivir con la oscuridad.
¡Cuánto se aburre el pobre hombre!
¡No quiere probar otra cosa!
Ponerse a la tarea y de aquí a mil años, nuestros ojos se cerraran por el día y sólo verán y soportaran la oscuridad. Eso está ahí, no en vano existe la mitología de los vampiros. Los llenamos de horror para no atrevernos a abrir esa puerta.
Nuestros oídos se habrán agudizado hasta límites insoportables, el silencio reina por doquier. Silencio planetario. Las olas azotan las rocas en la costa en voz baja. El viento se queja, pero no sopla o silba. La tormenta no ruge.
Normal, es la vida oscura.
Pero lo más sorprendente, quizás, es que el corazón sigue latiendo igual que con la luz. 

¡Qué órgano tan autónomo de misión misteriosa!