sábado, 18 de abril de 2015

Escritura Automá[cri]tica I




 
Primero, no siga quien tenga alguna intención.
Tuve un contratiempo y debido a él, el comienzo ha tenido que ser otro, otro en el que reflejo el hecho de que por haber tenido un contratiempo no he empezado como ya tenía pensado.
Aclarado esto, sin otra intención que ir limpiando la sentina del barco, labor por otro lado infructuosa, no por los frutos, como se va viendo, si no por el inagotable fondo de la nave.
Las infinitas combinaciones a las que se prestan las prostituidas palabras, su infinita variedad de posibles colocaciones, y hablo sólo de las que tienen cierto sentido, hacen una tarea inútil este desembalsar constante y a toda velocidad que da la mano y el caudal de tinta que mana de la pluma.
Pero como el divertimento no está en conseguir un objetivo, vaciar el pozo, si no en la propia labor de hacerlo parece que hay contento por todas las partes y la  tarea continua.
Ahora mismo oigo, la ventana abierta, el tranquilo grito de ánimo que arma la mañana. Sus ruidos indiferentes a toda intención suenan como respiros. Coches, camiones, motos, alguna humilde bicicleta pasan con un alma o varias en su seno. Unos pájaros cantan porque sí. El viento de esta mañana, más que soplar pide disculpas y el Sol que se deja oir en la piel, atroz vigilante del todo.
Y  todo está conmigo, Walt Withman. Porque es así y porque lo dijiste tú. Si no, de qué.
Me quedé un rato en blanco y ahora lo escribo. Antes. Porque ahora escribo que antes, entre “de qué” y “me quedé” me quedé en blanco. Y después me vino la idea de escribirlo.
Supongo que esto del automatismo quiere decir que navegas sin rumbo, o vacías por vaciar. O sea, creyendo que el mar obtuso se peleaba con su fondo las rocas permanecían como siempre. Espécticas. O sea, escépticas en el aspecto. El mar no tiene remedio.
Pero esto no me parece automático.
Despreocupado, atrabiliario, surrealista, pero ¿automático?
No, no me parece nada automático.
Ni tampoco.
Para acabar, voy
Poniendo la últimas palabras.
¿Últimas? Se ríen ellas,
, en chanza y en orgia.
Nosotros, nunca somos últimas,
 Ninguno.
De la primera a la última.

Para ser sincero…..iba  a escribirlo….pero quién quiere ser sincero, quien quiere hacer otra cosa que, o sea yo, otra cosa que escribir y escribir…….como respirar y respirar….y, ¿por qué?
Porque quien no respira se muere.
Robert Walser dejó de respirar, de pasear por entre la nieve y se murió. Pero ¿fue por eso?
¿O se murió porque ya no escribía?
Aquella historia de la joven que amaba la música pero no los instrumentos ni los instrumentistas, con lo cual pensaríamos que ahora con los nuevos medios de reproducción musical sería feliz… pero no, porque era muy tradicional.
No, no iba a ningún sitio aquel día pero se murió precisamente ese día. Fin.
Esto es lo más cercano que puedo estar de tomar café con Walt y con Robert. Sin azúcar, sin nada de azúcar. Podía seguir en este plan……………pero, basta, es suficiente por hoy.
Segundo, como se puede ver no hablaba en vano.