domingo, 27 de enero de 2019

Escritura Automá[crí]tica XXXVI



Evolución creadora

“Se sabe que las diversas especies de himenópteros paralizadores
depositan sus huevos en arañas, en escarabajos y en orugas que continúan viviendo inmóviles cierto número de días, sirviendo así de alimento fresco a las larvas, pues primero han sido sometidos por las avispas a una hábil operación quirúrgica”

La evolución creadora
Henry Bergson


Nadie puede decir que no hay cierta semejanza entre este fragmento y la forma en que está organizada nuestra sociedad.
“Se sabe que ciertos seres pertenecientes a la especie “ser humano”, detentan un poder, ya sea económico, político o social, mediante el que depositan ciertas órdenes en la gran mayoría del resto de la especie, órdenes complejas para enmascarar su verdadero contenido paralizador, que pueden ser traducidas en admiración, sometimiento voluntario, necesidad de sobrevivir u órdenes directas que continúa con su vida, esa gran mayoría, aparentemente de forma activa cierto número de años. Formando, de esta manera, parte del estamento social que permite seguir a esos seres humanos poderosos alimentando de una manera segura y pacífica a sus crías.
Esta operación quirúrgica ha ido evolucionando desde el primitivismo casi irracional a la más de las sibilinas técnicas actuales, agrupadas bajo el nombre de compuesto o coctel y que conocemos como “Sociedad de consumo”.
Ésta es una técnica que parece nada invasiva, nada dolorosa, fácil de asimilar, que deja al ser humano afectado tan acomodado a su función alimenticia que puede llegar a pensar en que los papeles están cambiados. Para hacer esta sensación más real, de vez en cuando sucede que en efecto algunos de los seres parasitados pasan a ser parasitadores.
Además, después de muchos años, parece que este sistema evolutivo ha encontrado su escenario ideal. Un escenario que los seres humanos poderosos mantienen a toda costa y que llaman Democracia”.



Es evidente, siguiendo a Bergson que no sólo estamos ante un proceso evolutivo creador, sino que además es de una genialidad admirable, dado su perfecto funcionamiento.

NOTAS:
            1) Admirar no siempre tiene que tener connotaciones positivas
            2) A este procedimiento Henry Bergson lo llama “Necesidad de paralizar sin matar”.

viernes, 11 de enero de 2019

Escritura Automá[crí]tica XXXV



Reír y llorar, por ejemplo

Vaya por delante que entiendo la extrañeza que se le planteara a alguno cuando lea este texto. Me ha pasado a mí que lo he pensado y ahora lo estoy escribiendo. Pero los seres humanos somos así.
¿Quién impulso a Pitágoras a descubrir lo de la hipotenusa y los catetos’ ¿Había demanda? ¿Era una orden? No, nada de eso. Lo hizo y ya está.
O a Newton. ¿En qué estaría pensando cuando le da la manzana en la cabeza y ¡Zas!, la ley de la Gravitación Universal?
Es extraño, pero no paramos.
Y no me comparo con ellos. Soy como ellos. Todos somos como todos.
Bueno, entro en materia.
Alguien dice algo, que calificamos de gracioso, y nos reímos. Lanzamos ese ruido indescriptible, se nos ilumina la cara y los labios se distienden como si intentaran llegar con las comisuras hasta las orejas.
Te estás riendo.
Un gesto que es interpretado como signo de alegría, contento, felicidad.
Lo hacemos desde la cuna.
A un bebé le haces una tontería y enseguida reacciona poniendo cara de “bebé que ríe”. ¿Dónde lo ha aprendido? ¿Por qué ese gesto y no el de mover las orejas, o el de mover el brazo derecho como si fuese un látigo, o cualquier otro gesto?
Pues no, la risa, o la sonrisa, su variable chulesca.
¿Cuándo se pacto?
Si la risa es extraña, ¿Qué decir del llanto?
Una reacción que consiste en arrugar la cara y empezar a echar agua por los ojos. Que de todos los agujeros del cuerpo son los más problemáticos para arrojar agua. Con lo fácil que podríamos llorar echando agua por la boca, o por el pito, por el ano, por las orejas, por la nariz. Pues no, por los ojos. Que si no lo ves no te lo crees. Que ahí también hay agujeros. Con lo espectacular que sería llorar por la piel. Llorar sería como sudar tristeza.
¿Y por qué no lo hacemos al revés?
Estás alegre porque algo gracioso ha pasado y entonces te pones a llorar. Alguien contando chistes y el auditorio venga a llorar. Entre más divertidos los chistes, más llanto.
Vas al hospital y te dicen que tu padre acaba de morir y tú lanzas unas carcajadas tremendas. Estabais muy unidos. Llega tu hermano, se entera, y os mondáis de la risa. Salís del hospital, risa va, risa viene.
¿Por qué no es así?
¿Quién se encarga de decidir estas cosas?
Cosas, que si bien las miras, no tienen explicación.
¿Por qué reaccionar ante algo?
Y si lo hacemos ¿Por qué de esa manera?
La socorrida explicación de que todo lo que hacemos lo hacemos como lo hacemos porque, ensayo/error, es lo que nos da más probabilidades de seguir vivos, seguramente es cierta.
Pero, ¿Por qué queremos vivir?