Tiburones
“No hay que temer a los tiburones, están lejos”, lo escuché una vez,
en una playa del Mediterráneo y hace poco en un bar de Zamora.
¿Están aprendiendo a andar los tiburones?
Los tiburones no se pueden parar. Nunca. Si se paran no
pueden respirar y se mueren. Pueden hacer muchas cosas en su mundo pero no
pararse.
Esto no sé si es verdad en la realidad, si lo escuché en un
programa sobre pescados o me lo he inventado porque mola. Pero sea como sea, en
este mundo, es así. Y lo que estoy contando pasa en este mundo, aunque haya que
leerlo desde otro mundo.
Un poco es lo que pasa siempre. Mundos relacionados con
mundos.
Por eso el tiburón está siempre cabreado y es feroz. Ataca a
bañistas del otro mundo y no se los come. Imperdonable. Ataca porque no es
feliz.
Porque no sabe lo que hace cuando duerme. Todo el mundo que
quiera puede ver lo que hace un tiburón cuando duerme. Menos él.
Y la verdad es que tiene razón. Un tiburón es como un ser
humano sonámbulo a tope. A nadie le hace gracia que le digan,
-Anoche te levantaste y estuviste comiendo patatas crudas,
sin pelar, después te cortaste un poco el bigote y te volviste a acostar.
Eso es mucho más que roncar. Un sonámbulo juega en otra
liga.
Pues ahora imagínate un tiburón. Se queda dormido en el
Caribe y despierta en pleno Atlántico. ¿Dónde está mi casa? ¿Y mis amigos? ¿Y
estas calles? ¿En qué idioma hablan estos pescados?
Suerte tiene de ser el más feroz.
Sería terrible ser enclenque, débil y estar indefenso. Te
quedas dormido entre amigos y claro, como no puedes parar, nadas y nadas, y más
que nadas, y despiertas rodeado de extraños, algunos gritándote, con las fauces
abiertas. Dispuestos a todo.
Ni te da tiempo a explicarte.
Yo es que no puedo parar, porque si me paro me muero. No
puedo vivir si estoy quieto.
La Naturaleza es sabia y ha hecho feroz al tiburón. Capaz de
traspasar vallas a dentelladas. Lo temen los otros pescados. Hasta los tontos
de los delfines. Por eso ponen concertinas.
El tiburón sobrevive, pero el tiburón no es feliz. En este
mundo, ¡Eh!, en el otro yo creo que la felicidad no se contempla como concepto
plausible. Bueno, es un mundo donde los conceptos andan con huesos y cartílagos
y no se comprenden. Se comen.
Pero en este mundo es otra cosa. Un concepto puede ser
cualquier cosa. Ni más ni menos.
Incluso, en este mundo, el tiburón piensa. Y claro, al
pensar, se extraña.
Y fruto de ese extrañamiento vive obsesionado por lo que
hace cuando duerme.
A mí me parece que debería estar contento. Porque yo cuando
duermo, estoy parado y tengo sueños,
mientras que el sigue en movimiento y tiene realidades.
Y al fin y al cabo, después de una vida, todos morimos. Y él
puede decir con toda razón que ha tenido dos.
Dos vidas.
Algunos hombres, eso ya en ese mundo, desde el que estás
leyendo estas líneas, y también mujeres, siempre ha sido así, aunque lo
teníamos muy callado, algún día explicaré algo sobre las tiburones, también han
intentado tener otra vida. Y se han perdido.
Sin darse cuenta de que ya la tenían, con lo que lo único
que consiguen es tener cuatro, Sólo que dos se la pasan durmiendo y parados. Y
soñando. Se puede decir que el ser humano es más que binario. Es hombre y
mujer. Viviendo, haciendo. Durmiendo, soñando. Y no como los tiburones.