lunes, 23 de noviembre de 2015

Escritura Automá[crí]tica XVIII

La fuerza de la inercia

Cuando me enteré, hace años, hablando con un conocido que dominaba el mundo de la mar, de que los petroleros debían parar los motores no sé cuánto tiempo antes, mucho, de llegar a un puerto y atracar, me quedé estupefacto.
Efectivamente, me aclaró el conocido, si no se hacía así el petrolero acabaría por estrellarse contra el muelle de atraque y llevándose por delante un buen trozo del puerto y puede que de la ciudad que se asomaba a él. Una masa tan enorme no se puede parar de inmediato. Se necesitaría una cantidad muy elevada de energía. Con lo que eso supondría para los costes.
La fuerza de inercia, me dijo.
Era lógico. ¿Cómo no había reparado en ello?
La fuerza de inercia es esa fuerza que continua moviendo una masa cuando la fuerza que la impulsaba ha dejado de ejercerse.
La masa acaba frenándose y cesando en su movimiento. A causa de la gravedad y el rozamiento.
Si no hubiera gravedad y rozamiento, ¿qué pasaría?
Algo en movimiento seguiría en movimiento eternamente si no se le frenaba.
La fuerza de inercia, esa fuerza incitante, invitadora, que persiste cuando la fuerza detonante ha desparecido se manifiesta en otros mundos, aparte del de la dinámica. Por ejemplo, en el mundo del arte.
Así el movimiento pictórico conocido como “Impresionismo”. Nacido hace ya lustros, casi un siglo. La fuerza de inercia todavía sigue alimentando su trayectoria.
¿Y qué decir de esa sagrada institución llamada la familia? Un movimiento unionista que todavía hoy sigue su singladura utilizando la herramienta del matrimonio que en su momento azuzó sus motores con una energía que parece inextinguible, el sexo.
Dejó el sexo de alimentar esa nave y ésta sigue como si nada, navegando en brazos de la fuerza de inercia que pasa de padres a hijos.
En realidad se puede decir que un gran porcentaje de lo que sucede lo hace por inercia.
Y gracias a otro tipo de gravedad y a otro tipo de rozamiento, estas fuerzas no se desvanecen…… se van agotando y constantemente renaciendo.
Porque así como en la Dinámica la gravedad terrestre y el rozamiento son claros, en los otros campos la gravedad adquiere múltiples aspectos y el rozamiento, infinitas intensidades e incluso enfrentamientos de variado pelaje.
Amén de un control de las dos contra – fuerzas, control y conducción, que permiten a estas fuerzas de inercia desde inyectarnos productos de consumo hasta componentes de la ética, la justicia y el cultivo de bonsáis.
E incluso crear cruceros a diferentes “másallases”. Según clima e intereses.
Las más peligrosas son esas que a pesar de parar los motores empujan tercamente sin agotarse hasta estrellarse contra el muelle de todo un país y a veces llegando a atravesarlo de parte a parte, dejándolo convertido en dos. La parte del Norte o del Sur. Del Oeste o del Este. O a romperlo de tal manera que queda hecho añicos.
Aunque parece aceptado que al ser una fuerza de inercia, nos libramos de cualquier responsabilidad directa. Sólo se nos olvidó parar antes los motores. Una falta administrativa, si llega.
Sucedió en las Azores. Que llegó el petrolero hasta Irak y ahí anda, que todavía no se ha parado. Tal fuerza de inercia llevaba. Igual había que haber parado antes los motores. O haber puesto otro rumbo. Capitanes inexpertos y venales que con pocos años de singladura, osaron.
Como se ve, excusa perfecta para llevar a cabo cualquier proyecto, y poder seguir después, contemplando la nave hasta cuando las masas digan basta. Que sucederá cuando estas masas se cansen de vivir así. Por inercia también. Porque en muchos casos hace tiempo que los motores no se oyen. Se oye la gravedad de los hechos y el rozamiento de las pateras contra el agua de la mar o las pieles contra las alambradas.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Escritura Automá[crí]tica XVII



Si estoy cansado no estoy dispuesto. Si estoy sentado no estoy de pie. Si estoy sano no estoy enfermo. Si estoy casado no estoy soltero. Si soy rico no soy pobre. Si soy ciego no soy vidente. Y así.
¿Cómo contestar, pues, a la pregunta de ¿Quién soy yo?? Pregunta dentro de pregunta.
Yo soy en cada momento uno. Podré ser parecido de unas épocas a otras. Y podré ser absolutamente diferente de unas épocas a otras.
En este camino alguien se encontrará con el poso. Ese lugar en el que se supone que está la esencia de quién eres. Y puede que sea cierto, que existe ese pozo. Al fin y al cabo no deja de ser una esperanza. Pero, ¿Con quién se relaciona la esencia que eres?
Desengañémonos. La esencia es ese ser gris que mantiene la estructura que raramente sale a relucir.
Sí. Cuando ha habido un incendio y toda la carcasa queda hecha cenizas.
Sí. Cuando hay un terremoto y esa esencia es la última que se desmorona, a la vista de todos.
¡Ah!, pero, ¿Era eso?
Sí. Cuando, alguna vez, a solas te desnudas porque quieres que el aire te dé en el alma.
Tú, siempre, eres para los demás, lo que, desgraciadamente, no tiene importancia para ti.
Porque lo que es importante para ti, es inenarrable, no se puede transmitir. No hay palabras.
En el “Yo soy yo y mis circunstancias” de Ortega y Gasset, estaba insinuada la senda.
En realidad, “Yo soy mis circunstancias”, y basta, es más acertado.
Sin apelación.
Mis circunstancias son los trenes que parten constantemente de mi estación. Puedo coger el que desee o no cogerlo.
Digámoslo, casi todo el mundo es incapaz de negarse a viajar. Vivir.
Hay algunos, poquísimos, que se niegan. Son los tontos, los inadaptados, los simples, los ascetas. Tratados de manera vejatoria. La ley del rebaño.
Hay otros, también pocos, que por un momento se creen maquinistas.
Y los más, viajamos. En uno u otro tren.
Aún no soy capaz de verlo con claridad, en toda su extensión, pero al final será, en un primer estadio, “Mis circunstancias”. Y luego, al desembocar, tensando un poco más. Sólo, “Circunstancias”.
Disuelto, como siempre fue.
Circunstancias. El fluir del que habla el budismo. Al fin.