lunes, 24 de septiembre de 2018

Escritura Automá[crí]tica XXXI



La Reversión

No todo el mundo podía ser pobre, ni desgraciado. Ser barrendero no estaba al alcance de cualquiera. Para ser un hombre abandonado o una mujer traicionada había que echar muchos CV, y no siempre, mejor dicho casi nunca, te llamaban.
En un autobús los viajeros eran la autoridad y el conductor tenía que pagar. Si se sacaba un bono le salía más barato conducir el vehículo.
Si ibas conduciendo tu propio coche y te paraba la policía de tráfico, tú estabas en disposición de pedirle la documentación y de ponerle una multa si le encontrabas algo. Y la verdad, siempre encontrabas algo.
Había costado pero era el nuevo sistema. Al que intentaban ceñirse. Eso sí, nada de reclamaciones. Se empeñaban sinceramente en cumplir lo prometido. Más por el hecho de convencerse de que una promesa era más que un contrato que por el objetivo en sí. Era una época extraña. De desengañados y desesperados buscando una nueva luz.
Cuando surgía un problema,
-Es el nuevo sistema.
Eso se decían a la vez que se encogían de hombros y ponían las manos boca arriba, en gesto de impotencia, de “eso es lo que hay”.
Lo que más costó fue nombrar Presidente del Gobierno, Rey, Reina y Presidentes de Grandes Empresas. Nadie quería esos trabajos de mierda. Así se definían, trabajos de mierda. Como General del Ejército. ¡Puaff!, trabajo de mierda. Lo poco que costaba rechazarlos.
Estaba el contrato sobre la mesa. La gente se acercaba por curiosidad pero nadie aceptaba. A nadie le gustaba vivir dando órdenes sin explicaciones y cobrando un sueldo de cojones. Valente mierda. Bueno, nadie no. Siempre había un pobre desgraciado que firmaba. Nadie parecía conocerlo. No tenía familia. Avergonzado. Si podía evitarlo no decía que era General del Ejército. Menuda porquería de trabajo. Un sueldazo y cuando te jubilas, otro. Y además sin guerras ni batallas. No podía evitar darse cuenta de las sonrisitas que despertaba a su paso. Yo, ni muerto.
Ibas al bar y te tomaras lo que te tomaras, el camarero siempre te pagaba. Si pretendías irte y hacer un “sinco”, se te caía el pelo y podías terminar de locutor superfamoso, superbienpagado en cualquiera de los canales de televisión.
Era el sistema nuevo que había llegado con la Reversión.
Una locura. Por lo menos al principio, cuando todavía tenían recuerdos del antiguo sistema. Se hacía difícil cumplir con la cotidianidad. Todos andaban con su libro de instrucciones bajo el brazo, con la voluntad por bandera y claramente decididos.
Fue una consigna. No ceder en ningún momento.
El primer gesto fue el del Rey, ¿Quién lo iba a decir?, salió de su despacho al día siguiente, se fue para el jardinero, le arrebató el rastrillo y le dijo,
-Estás despedido- y se puso a rastrillar.
Se ve que esto lo había hablado con la Reina que se había  quedado en palacio rifando su puesto entre la servidumbre que se veía apesadumbrada.
-Ve y déjaselo claro al jardinero, que no te pase como a mí. Que se junten y te jodan.
El jardinero se quedó estupefacto, viejos atavismos, pero comprendió. Así que dijo, por decir,
-¿Y yo? ¿Qué hago ahora?
-Si quieres ser Rey- le dijo el rey.
-Ni muerto- logró decir el jardinero muy bien dicho.
Salió en los medios. Fue el pistoletazo de salida. Un economista famoso dijo,
-La verdad es que ahora mismo no tengo ni idea de cómo está la puta pirámide.
Y eso se recibió como una buena noticia.
La locutora le preguntó si iba a seguir de economista famoso y próximo al correspondiente Premio Nobel o aspiraba a algo más en la vida. Y se descojonaba.
No la despidieron. La ascendieron a Jefa de Informativos.
-Para que aprenda.
Las siguientes generaciones se tronchaban cuando los viejos contaban historias de antes. Algún “tontolaba” terminaba diciendo después de haber estado extasiado unos momentos,
-¡Es increíble! ¿Cómo podía ser la vida así?
A lo que algún “inteligente” apostillaba,
-¡No me lo puedo imaginar!
Y menos mal que “alguienconsentidocomún” sentenciaba,
-Si cuando queremos algo de verdad…
Nadie le entendía y le pedían explicaciones.
-Pues que queremos lo que queremos y eso es lo que tenemos.
Y se iba.
Un pobre hombre, normalmente. El Rey. El Presidente del Gobierno. El Presidente de alguna Multinacional.
Lo que nadie quería ser.
Así era La Reversión.
Ahora tenemos otro sistema.