Donquijotes no, mejor Sanchopanzas
Me he puesto a escribir este texto sorprendido de pronto al
darme cuenta de que pensando siempre en que Don Quijote era el personaje
admirable, soñador y vencedor de mil batallas contra los malandrines, al que
yo, al que todos queremos parecernos, en realidad lo que soy es un Sancho
Panza.
Sí, ese personaje cazurro, aferrado a la realidad más
prosaica. Al que es tan fácil engañar
como a Don Quijote, aunque a diferencia de a éste, a Sancho Panza se le puede
engañar con la realidad. Don Quijote vive sumido en la fantasía. Las cosas
reales no le interesan.
Miguel de Cervantes nos avisó. Nos dijo que llegaríamos al
punto que su obra narra. Sólo que lo tomamos al pie de la letra y como todas
las grandes predicciones, ésta también hay que interpretarla.
Don Quijote se vuelve loco leyendo libros. Hoy y siempre se
ha sabido que para volverse loco leyendo libros hay que estar loco, que nadie
se vuelve loco por leer libros. La prueba eres tú mismo, que no estás loco y
lees libro tras libro.
Y por contra, ahí está Sancho Panza. Nadie quiere parecerse
a Sancho Panza.
Pero cuatrocientos años después de escribirse esta historia
resulta que el mundo está llenándose de Quijotes. No porque haya muchos seres
humanos deshaciendo entuertos, si no porque cada vez hay más seres humanos que
toman como real lo que leen en los medios de comunicación.
Si comprobamos cuánto de lo que pensamos, sentimos,
opinamos, cuánto del mundo que tenemos en la cabeza se ha construido con
ladrillos cocidos en el horno de nuestra experiencia vemos que es muy poquito.
Vivimos en manos de las fantasías que los diferentes medios
nos transmiten. No salimos a deshacer entuertos pero vemos como,
constantemente, otros lo hacen por nosotros, tanto en programas de ficción como
informativos. Por no mencionar esos videojuegos que directamente nos
transportan sin movernos del sillón del salón por el mundo entero para que
podamos matar hasta la extenuación a maleantes, malandrines o simplemente nos
dediquemos a salvar obstáculos que un avispado Sansón Carrasco no para de crear
para nosotros.
¡Cuántas Dulcineas del Toboso esperan a su Quijote! ¡O
Julietas a su Romeo! ¡O Desdemonas a su Otelo!
Da igual.
Estamos preparados para ser Quijotes, siempre lo hemos
estado y ahora los medios de comunicación nos han sorbido el seso.
Comes lo que se anuncia, escuchas la música que se
publicita, lees los libros que se te echan encima desde los escaparates, hablas
con amigos a los que hace años que no ves en persona como si acabaras de tomar
con ellos unas cervezas, encuentras a la mujer de tu vida a través de los
medios. Incluso te compras un coche que es un Rocinante pero los medios se
encargan de que lo veas como un vehículo que te llevará a las estrellas. Y no
llevas una bacía en la cabeza pero los medios de comunicación cada vez te la
vacían más.
Estás loco. Vives en un mundo al que te han transportado los
medios.
Y yo, que soy lúcido y crítico feroz, obvio estos medios.
Estoy por la realidad. Valoro, sopeso, razono cada acto de mi vida. No me
engañarán las fantasías. Vivo apegado a mis apetitos. A penas veo la
televisión. Mantengo con internet un uso utilitario. Leo los diarios con el
espíritu alerta.
Menudo soy yo. La carne sabrosa y tierna, el pescado fresco,
la fruta en su tiempo, los quesos curados y las bebidas alcohólicas sin
aditivos. Juego al ajedrez. Contemplo a mi enamorada y no me engaño. Veo sus
defectos y sus virtudes. La veo capaz de las mayores bondades pero a veces es
de armas tomar.
Nadie para mí es bueno del todo, ni malo del todo.
En fin. No vivo de fantasías.
Soy un Sancho Panza.
Con mi utilitario (mi burro), apegado a mis libros y mis
cuadernillos (mi queso, mi pan, mi bota de vino) en guardia contra cualquier
intento de manipulación, no veo la tele, y de vez en cuando me voy a hacer un
viaje, eso sí, un viaje lo más auténtico posible, donde pueda convivir con la
gente del lugar, disfrutar de sus costumbres y de su día a día. Mi ínsula
Barataria.
Como a Sancho Panza, a todos los que queremos vivir en la
realidad, nos pasa, que no nos damos cuenta de que la realidad ya no existe. O
cada vez existe menos. O peor, nos la escatiman todo lo que pueden. Tú vive la
fantasía, déjanos la realidad a nosotros, que de ella tú no entiendes.
Y mira que Cervantes nos advirtió.